hemos resucitado Sexo en Nueva York
“Y no pude evitar preguntarme”, ¿hay experiencias universales que no cambian con los años?
No crecimos con Sexo en Nueva York, pero de todos modos hemos terminado viéndola. No por nostalgia, ni por ironía, sino por la incertidumbre que nos despertó ver que, de repente, todo el mundo resonaba con alguna de sus protagonistas.
Encontramos la serie como quien descubre una prenda vintage en el armario de su madre: algo extraño, un poco desgastado, pero aún vivo. Y en lugar de verla como algo anticuado o casposo, decidimos quedarnos y seguir reproduciendo un capítulo tras otro.
Una serie de HBO de finales de los 90 sobre cuatro mujeres que navegan el amor, el sexo, el dinero y la inmadurez emocional en Manhattan no debería encajar tan fácilmente en las vidas de quienes crecimos viendo vídeos de disculpas públicas tras un escándalo en YouTube o vídeos de “terapia” de TikTok. Pero lo hace, y no sólo persiste, sino que se prolonga. No por la moda ni por la fantasía de ansiar una vida social como la de Samantha, una casa como la de Charlotte o un trabajo como el de Miranda, sino por la sensación de que algo en esa serie todavía nos conoce mejor que los algoritmos de hoy en día.
No vinimos a idealizar ni a cuestionar a Carrie Bradshaw: vinimos a entenderla. Y, al hacerlo, tal vez empezamos a entender un poco mejor situaciones o actitudes presentes en nuestra vida a las que no podíamos ponerles nombre. Porque Carrie entra en bucle, convierte las emociones en metáforas, piensa y habla demasiado, romantiza el dolor y sabotea su propia paz. No es un modelo a seguir, sino en muchas ocasiones un espejo.
Somos una generación que, para paliar la falta de comunicación y madurez emocional del pasado, ahora sobreanaliza y sobrecomunica. Sabemos qué es y qué no una red flag, cómo hablar sobre estilos de apego e identificar un trauma generacional. Sabemos qué etiqueta ponerle a nuestra tristeza, cómo regular nuestro sistema nervioso y nombrar lo que duele. Pero rara vez tenemos la oportunidad de simplemente sentir. De hacerlo de forma cruda y enrevesada, sin tener en la cabeza un tríptico de cómo actuar ante diferentes situaciones.
Eso es lo que nos proporciona Sexo en Nueva York, un espacio donde la claridad no es el punto. Donde la evolución y crecimiento personal no estético, donde el bucle no es un agujero negro en la trama, sino la trama misma.
La brillantez de esta serie no está en que se adelantara a su tiempo, sino en que hizo hueco para cosas que todavía no sabíamos cómo verbalizar. Cosas como: “No sé lo que quiero, pero sé que esto no lo es” o “Tengo miedo de que nunca me sienta completa a menos de que alguien me esté mirando”. Y por eso esto no es un retroceso generacional: es una excavación generacional.
Estamos obsesionados con el programa no porque queramos vivir así (bueno, salvo por las prendas de marca y las casas de ensueño), sino porque, en cierto modo, ya lo hacemos. Salimos en grupo, pensamos demasiado en los sentimientos y el amor, y constantemente medimos nuestro valor. Y aún así, en el fondo, anhelamos la posibilidad de algo más: no más grande, ni mejor, solo con un poco más de sentido.
Y en un mundo obsesionado con la productividad y la identidad, esta narrativa nos ofrece la opción más radical de todas. Puedes confundirte, puedes ser demasiado, puedes no decir lo correcto. Y aún así ser digno de ser validado, escrito y recordado.
Así que no, no estamos viendo Sexo en Nueva York solamente por los Birkin y los conjuntos de Dior. La vemos porque nos recuerda cómo sentir sin tener que disculparnos constantemente por ello. Porque nos permite entrar en el bucle sin tener que convertirlo en algo estético. Porque incluso ahora —especialmente ahora— la confusión todavía merece un lugar en la mesa, y que sea ruido, sólo ruido.
como siempre fan de cada publi tuya❣, en pocas palabras somos la generación que venimos a sentir todo aquello que en un pasado no se sintió..ahora somos "explosivos" según la brecha generacional, pero la realidad es que somos simplemente expresivos a flor de piel, a punta de lapicera y café...
me encantó. muy linda reflexión de satc 🫶🏼